domingo, 18 de mayo de 2008

* 26.- EDUCAR EN TIEMPO PRESENTE: EDUCA

Hay personas que educan.

Otras educan y cumplen con su trabajo aunque no se lo reconozcan.

Algunas educan y disfrutan al hacerlo aunque les cueste.

Y algunas pocas hacen de la educación su vida y se educan mientras viven.

Fuimos de visita y, cómo no, enseñamos al visitar. La persona con la que nos íbamos a encontrar nos encomendó a otra.

Amable, pertinaz y educadamente comunicamos la aparente confusión.

Subsanada, pudimos reunirnos con la persona a la que pretendíamos ver.

Y continuamos enseñando con la naturalidad de siempre.

Y para enseñar primero hay que asumir, después seguir adelante y, por último, ser fiel a las cosas en las que uno cree.

Nada cambia, aunque se transformen los paisajes, si tus presupuestos son sólidos.

Quién se supone que debía enseñar aprendió. Y quién iba a aprender, aprendió enseñando.

Al salir, nueva lección.

Una lección que da la fuerza que necesitamos para continuar a la altura del listón tan alto que nos han marcado.

Acabando la semana se presentó la prueba de la división, para comprobar que no era un juego en el que se jugaba con cartas marcadas y gesticulando para hacer creer al resto de jugadores de la mesa en un farol.

La división es una operación con mala prensa en un mundo acostumbrado a la multiplicación engañosa, pero en realidad, es la mejor de las operaciones vitales, pues enseña a compartir alegrías.

La partida, la gran partida se jugaba con cartas boca arriba, y se sentía en todos los sentidos, con la certeza que sólo los grandes pueden transmitir.

Educar es decidir, optar, valorar, equivocarse, rectificar, compartir, apostar, y su apuesta fue clara, decidida y generosa.

Generosa con los que no aprendieron.

Generosa con los que tuvimos que aprender.

Y generosa con los que ignorábamos.

Y su decisión fue continuar siendo la misma profesora, sólo las circunstancias habían cambiado.

E hizo lo mismo que había hecho cada vez que recibía a un grupo nuevo y éste era distinto al anterior.

Se adaptó al nuevo grupo, pero siguió siendo la misma educadora, repartiendo alegría, autoestima, resolviendo entuertos, enseñando a amar el saber y disfrutar de su conocimiento.

Y levantó a un grupo hundido, falto de autoestima, y les hizo creer en sí mismos y en sus posibilidades para afrontar el nuevo curso.

Y esa fue su gran lección.

Su lección magistral.

Pero no era una lección magistral que daba un maestro al que le gustaba oírse, sino que era una lección humilde, modesta, sin falsa modestia, una lección activa, participativa, que sabía escuchar y que los demás aprendíamos y la hacíamos nuestra.

Hasta los profesionales más cualificados en la materia le mostraron su admiración y quedaron admirados ante su sapiencia vital, a la que no estaban tan acostumbrados.

Y, es que cuando te sientes educador, compartes desde el principio hasta el final, desde la primera hasta la última clase, y lo haces con la alegría de quién ama su profesión, sepa o desconozca, aprenda o enseñe, fracase o recupere, acierte o haga pleno.

Vivir es su gran lección.

Se aprende al enseñarla y se enseña al aprenderla.

Sólo se puede educar con alegría, enseñando a mar.

Y lo hizo con los más grandes y con los más pequeños.

Y lo sigue haciendo.

Vivir educando, educando para vivir, aprendiendo, dividiendo, compartiendo, errando, acertando, alegrando, amando.


Cuento asociado:

No se han podido llevar la música

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Anónimo dijo...

Querido amigo: tu decisión de que esta sea tu última entrega ha hecho que salte la alarma en mi interior. A medida que he ido leyendo, aunque no quería, sabía que algo está pasando. Decirte que estoy aquí donde siempre. Creo que no hace falta que te diga nada más porque entiendo tus sentimientos y sensaciones. Por favor no dejes de mandarne todo aquello que escribas pues para mí son muy importantes tus reflexiones, pensamientos, etc. y me EDUCAN. Sé que en estos momentos no te puede apetecer escribir,pero si lo haces en algún momento me gustaría que me lo hicieras llegar como siempre.
Amigo, que todo el cariño que te tengo llegue en forma de abrazo y ánimo a tu corazón. Besos. amlp

Anónimo dijo...

Hola, Jesús, acabamos de hablar por teléfono. Te acabo de decir que no te había leído, que tenías cientos de mensajes sin leer, que estaba muy liada. Y recordé entonces todos esos power que nos enviamos en los que se habla del verdadero sentido del tiempo que se gana (aunque a veces nos parezca que se pierde) cuando le dedicamos unos minutos a nuestros amigos. Eso he hecho. Te he leído, con los ojos y el corazón abiertos como platos, para captar la verdadera esencia de tus palabras (sabes que yo necesito a menudo adaptación). Y, como siempre, he pensado; he pensado en lo que soy y en lo que me gustaría llegar a ser pero, sobre todo, en lo mucho que me queda por aprender. Gracias por proporcionarme estos minutos de reflexión, además de muchas otras cosas... McDonald.