sábado, 29 de noviembre de 2008

* 44.- MADELEINE: TENÍAS RAZÓN

Nunca nadie se cruza en tu vida por casualidad. Y algunas personas dejan huella. ¿Verdad Madeleine? A veces doradas. Unas veces te das cuenta, y otras ni siquiera te percatas, pero dejan su huella. Aunque las veas, aunque no las vuelvas a ver.






Ya me lo había anunciado: Tú y tus hijos la recordarán con alegría.

No era pitonisa ni supuesta adivinadora, sólo escuchaba el latir de corazones cansinos, pero con la fuerza que da el convencimiento, el compromiso, su propia manera de entender y vivir la vida, su humanidad compartida.

Yo sabía que tenía razón, ya lo vislumbraba en esos momentos, a sabiendas de que lo iba a sentir.

Y ahora se lo quiero decir: Madeleine, tenías razón.

Y no era una razón gratuita, alejada del sufrimiento y del sentimiento, todo lo contrario.

No supera quién niega, sino quién vive y quién muere.

Desde ahí cruzas la desvanecida frontera que separa los mundos, aunque sepas que por momentos se hacen distancias infinitas de universos paralelos, aunque pretendas acariciar y acaricies el aire que te rodea.

Y encuentras su sonrisa, su comprensión y su consejo, el rapapolvo necesario, todo lo que necesitas cuando lo necesitas, aunque mueras momentos de rescatador que necesita ser rescatado de la garganta inaccesible.

Y entonces sabes que te lo tienes que mamar, que sufrir, que morir, que vivir.

Y entonces vuelve a surgir rescatándote del olvido y proyectando su sonrisa llena de vida y te dice: si tú lo harías igual.

Suena el teléfono de un amigo y te dice que estaba pensando en ti y que hacía tiempo que quería llamarte y tu sabes que es así; y llega el correo de una amiga contándote sus problemas y su aprecio, y sabes que es así y le respondes con lo que tienes, y otra compañera te cuenta sus problemas imaginados y le ayudas a imaginar soluciones a problemas reales, y sabes que es así.

En esos momentos no te abandona, en realidad nunca lo hace, sólo tú te empeñas en ver el otro lado de la Luna, pero sabes que es necesario.

Nunca podrás pintar sus cuadros ni acariciarlos, pero siempre te ayudará a pintar los tuyos, y juntos podrán alegrarse y colgarlos en las paredes de sus corazones.

Madeleine, tenías razón, la recuerdo con alegría, matizada, pero alegría al fin y al cabo


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada día me siento más orgullosa de formar parte de tu lista de amigos. Qué importante es el interior de las personas y que poco caso le hacemos y que poco empeño ponemos en conocernos!. Besos. amlp

Anónimo dijo...

Como siempre, gracias por tus comentarios y por estar cerca. El orgullo es mutuo. Lo que queda, lo que mejora, lo que hace sentir bien está en los pozos.
JJ