Ahora pago las consecuencias y tras dar algunas vueltas de más en la cama, me he levantado para virtualizar algo que llevaba unos días rondándome. En realidad, llevaba mucho tiempo en mi cabeza y en otras partes de mi cuerpo, pero no había llegado su momento o si lo había hecho, escapaba entre mis manos al querer atraparlo.
Me paso la vida intentando saldar deudas, pero nunca consigo hacerlo del todo.
Éste es un vano intento de hacerlo con una de ellas.
La primera vez que supe de ellas fue de oídas. Me relataron una a una sus hazañas, sus virtudes, sus cualidades, su corazón, su humanidad, su amor por su profesión.
Una a una me fueron contagiando a través de los relatos que diariamente me contaban sobre ellas. Me fueron contando de que madera estaban hechas.
Me resultaba difícil pensar que existían, que eran ciertas las cosas que me narraban sobre ellas, a la vez que sin darme cuenta, hacían renacer en mí la esperanza que hacía posible conjugar con placer algunos verbos.
Más tarde tuve la fortuna de irlas conociendo una a una a través de las circunstancias que la vida me iba proporcionando. Tuve la suerte de ir comprobando sus respectivas herramientas y utilidades, de verlas superar sus defectos y centrarse en sus virtudes, mientras transmitían ilusión a través de sus cuentos.
Su trabajo era un cuento, pero no un cuento de hadas alejado de la realidad. Eran cuentos cercanos, humanos, llenos de contrariedades que superaban a diario y contagiaban a los enanos que rondaban a su alrededor y a los grandes que se detenían a escucharlas.
Derrochaban amor por todos los poros y eso se notaba. Generaciones de niños que escuchaban sus cuentos se van convirtiendo en adultos con moraleja, que no con moralina, sabedores del valor que hace de la buena vida un cuento.
Una carpintera les abrió definitivamente los ojos sobre las virtudes de su quehacer, las centró en sus posibilidades y les descubrió sus propios secretos entre ánimos y más ánimos, entre posibilidades y hechos acontecidos.
Supe, escuchando sus propias voces, acerca de sus anhelos, preocupaciones, sinsabores y sabores de todos los gustos y fui enriqueciendo en pequeñas, pero sustanciosas charlas, mi mochila que siempre llevo a cuestas.
Desde un principio sabía que la cuentacuentos tenía razón, pues no solía fallarme, pero comprobar in situ como los cuentos se hacían realidad, las fábulas trascendían de la historia narrada a la historia vivida. Toda una amalgama de humanidades dispares y sentimientos entrecruzados que disfrutaban de su transmisión oral, de su roce fecundo y enriquecedor.
Fue entonces cuando nos encontramos en una encrucijada. En todo dilema, surgen las dudas, las disyuntivas, los atajos equivocados y es ahí donde se aclaran las dudas, se ponen las cartas boca arriba y nos enfrentamos cara a cara con la vida.
No hay posibilidad de engaño, las personas se miran cara a cara y no queda lugar para la farsa.
Esa es una dura enseñanza de la vida, pero como todo aprendizaje, nos muestra la prueba de la división, nos confirma con creces lo imaginado a través de los cuentos contados a la luz de las brasas.
Porque, cuando el cuento toma vida, suele superar lo contado, incluso en los momentos de pesadillas y en las historias de terror, pero aún así, nunca supera lo imaginado, sólo oportunamente lo confirma.
Fue entonces cuando constaté la verdad de los hechos, la contrasté, la agradecí en la medida que fui capaz, la sentí en la cercanía más difícil y en la lejanía más próxima.
Vi una a una reflejada en sus rostros todas las historias que un lejano día me fueron contadas, las que me hablaban del club de las toletas, las que parecían increíbles.
Se tornaban entonces reales y duras como la vida misma, pero no por ello perdían su encanto en manos del club de toletas.
Sus manos hablaban por ellas, contaban entre gestos de amor las más maravillosas historias jamás compartidas, cuando lo fácil era huir, cuando lo fácil era mirar hacia otro lado.
Y se llevaron una gran recompensa en forma de casacada de emociones y alegrías transfundidas. La que yo nunca podré darles. La que se encuentra cuando tu corazón se compadece y se entrega y te regalan una sonrisa que no es una sonrisa cualquiera, que es la sonrisa que vence a la muerte, la que te contagia de ganas de vivir sean cuales sean tus circunstancias.
Esa sí que es una deuda impagable, como la que yo tengo contraída con ellas, con el club de las toletas.
Estaban, estuvieron, están, estarán.
Estaba, estuvo, está, estará.
Conjunciones inacabadas, imperfectivas, imperecederas, intemporales.
Conjunción: Situación relativa de dos o más toletas cuando se encuentran alineadas con el punto de observación.
Conjugar: Combinar varias toletas entre sí en una misma relación espaciotemporal con el objeto de enjugar y marcar sus vidas.
Para el club de las toletas, con cariño y gratitud.
4 comentarios:
Ya te dije que en este momento me era imposible transmitir todas las emociones y los sentimientos que se mueven en mi, no sólo al leer el blog, sino al mirar alrededor y sentir todo lo que me acompañó y sigue a mi lado(las emociones, los momentos vividos, las lágrimas compartidas, pero sobre todo los momentos felices de los que hemos disfrutado).
Aunque ahora mismo me embarga la emoción, sólo puedo decirte GRACIAS¡ por haber estado ahí, por tu cariño, por tu respeto, por ayudarnos a levantarnos cuando caía y no dejarnos desfallecer cuando creíamos que todo estaba perdido. GRACIAS por ser como eres y por apoyar al "Club de las toletas" .
Por eso siempre contarás con mi afecto y mi admiración. Os quiere, la "presidenta honoraria del club de las Toletas
Gracias Toleta por tus palabras. Sabes que a pesar de tus pérdidas siempre estuviste ahí cuando te necesitamos e incluso en la distancia tu presencia fue un balónd de oxígeno cuando más falta hizo.
Por ustedes mismas fue un lujo compartir momentos, pero es que adem'as fue una suerte comprobar que no fallan cuando no hay que hacerlo.
Mi gratitud hacia ustedes no la puedo describir y saben que no es una frase de cara a la galer'ia. Si algo tienen los malos momentos, es que puedes descubrir el lado oculto de las personas, que en tu caso y en el de las dem'as toletas, supera con creces el que vemos habitualmente.
Un fuerte abrazo y todo mi cari;o Toleta Mayor.
¡Qué bonito, tierno, sincero...! Las gracias han sido dadas de muchas formas distintas y sin tener motivo para ello, porque yo, como Toleta Menor, me he sentido muy dichosa por los momentos que hemos compartido y por la suerte de haberos conocido, así como de tantas cosas bonitas que me habéis enseñado. Estas palabras, reflexiones, sentimientos escritos, son inmensas muestras de gratitud que llegan muy hondo. Pero no te sientas en deuda. El agradecimiento es mutuo.
Gracias rams por tus palabras, aunque he de decirte que no estoy nada de acuerdo en lo de Toleta Menor. De Menor nada, eres de las grandes, muy grandes, tanto que no puedo describirlo con palabras y que no suene a frase hecha porque sabes que en tu caso no lo es.
Un abrazo
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