sábado, 27 de junio de 2009

* 167.- ZOQUETES PRECIADOS

¡¡¡Por fin!!! Por fin acabé de leer "Mal de escuela" de Daniel Pennac.

No es un "por fin" de queja, ni de quién vence a un enemigo que le ha costado más de lo normal.

Es un "por fin" de quién ha llegado a desentrañar un mensaje teniendo que ir hasta el final.

Lo he acabado como se acaban algunos buenos libros, asiéndome a él y no soltarlo. Y eso que su lectura fue algo convulsa, pues como todo libro que llevas de un lado para otro, llegué a extraviarlo. Hubo momentos de confusión, aspectos que no compartía, pero siempre hubo un hilo conductor que me hacía avanzar hasta ese final que nos despejaba cualquier duda, con la mención de esa palabra prohibida que no aparece, no sin esfuerzo, hasta los instantes finales, pero que ya se intuía desde el comienzo.

Y es que Daniel Pennac nos muestra en nuestra cara el zoquete que fuimos y el que nunca hemos dejado de ser, pero no para machacarnos, sino para que entendamos la realidad de ese zoquete con el que nos topamos a diario. Para que seamos buenos zoquetes, necesitamos realizar constantes inmersiones en ese zoquete que fuimos.

Y es que hasta mi hijo mayor fue un zoquete, prematuro, eso sí, rescatado demasiado pronto por unas zoquetas que nunca habían renegado de su zoquetería y rezumaban esa palabra prohibida y que tanto le costó pronunciar al zoquete de Pennac. Mi propia hija, rezuma zoquetería por todos los poros, lo que unido a su gran creatividad, iniciativas, ilusión e inquietud, puede ser el marco adecuado para que la rescaten o la consuman.

Porque
Pennac nos habla del zoquete consumidor , centrándolo en la gran diferencia que presenta con respecto a los zoquetes del resto de épocas, a la vez que plantea y responde, con toda sinceridad, a la pregunta que se autoformula: ¿Sería yo un zoquete consumidor si hubiera nacido hace quince años? Su respuesta afirmativa no deja lugar a dudas ni esquiva la sinceridad.

Aún así, la situación es la misma, la de la ceguera de Saramago, la del ciego que cree ver porque siempre le han mostrado la misma imagen para que vaya de paseo al centro comercial. Y la labor del zoquete mayor sigue siendo la misma, ver primero, comprender la zoquetería, para poder hacer ver después, usando sobre el método, la palabra prohibida.

Y es que solemos sustituir esta palabra prohibida, por otra hiperutulizada para tapar toda una serie de zoqueterías auténticas en su prostituido nombre. La profesionalidad que todo lo tapa, que todo lo oculta, incluidos los estudios de Freud y sus seguidores, pero que nunca se autocuestiona.

En relación a la "fatídica" P.A.U., esa temida prueba que superan más de un noventa y pico por ciento de los que se presentan, y en la que hasta algunos alumnos, que dejan ir porque algún zoquete profesor se ablanda y le permite presentarse, sacan nota por encima de la media,
me comentaba un profesor universitario hace unos días que estaba harto de la dichosa palabrita cuando sólo ocultaba miserias personales.

Mientras, algunos profesores y muchos alumnos son inmolados o autoinmolados, a la par que algún clarividente proscrito sólo habla de placer, del placer que siente por el conocimiento y su transmisión. Y, por supuesto, tiene el don de conseguirlo.

El mayor mérito de Pennac, al margen de brindarnos una agradable lectura sobre un tema que pudiera ser seco, es el de decirse en su propia cara las verdades del zoquete que fue y lograr que no podamos ser ajenos a ellas.

Creo que este debería ser un libro de cabecera de todo zoquete profesor que se precie, lectura obligatoria de toda escuela o facultad de educación, grado o postgrado de enseñanza, con o sin Bolonia por medio.

Por lo que a mi respecta, lo he colocado en mi estantería de libros por perder, e incluso de libros por recomprar. Así, que si alguno lo quiere, ya sabe el lugar en el que se encuentra. Sólo tiene que cogerlo.


LIBROS - MAL DE ESCUELA

http://www.maldeescuela.com/

2 comentarios:

enriqueta azpilicueta dijo...

No sólo de obligada lectura sino de obligado debate. Esto lo que habría que debatir en reuniones y no tantas y tantas necedades. El mío, por cierto, ya no sé quién lo tiene; ¡qué bueno!, ¿no?

Jesús Hernández dijo...

Totalmente de acuerdo contigo Enriqueta ¡Cuánta estúpida reunión y papel que nos distrae de lo esencial y chupa nuestras energías! Debate, relación, trabajo auténtico en equipo es lo que nos falta. Un buen libro te pide salir de tu estantería y dejar atrás el egoismo de su conservación. A veces nos cuesta, pero vale la pena superarlo.

Gracias Enriqueta.