domingo, 14 de marzo de 2010

ENTRO EN LA AUTOPISTA

Entro en la autopista.
Enseguida voy por el carril de adelantamiento.
 Pronto se suceden los paisajes, uno detrás de otro, hasta el punto de que ya no los percibo como lo que son.
De pronto, me sorprendo avanzado en el camino, no me explico que hice en todo este tiempo.

Por momentos me pregunto a quién o a qué adelanto. 
Por momentos me pregunto a qué y a quiénes adelantamos.
Hay más coches en el carril de adelantamiento que en el lento.

Inevitablemente se produce el colapso. Los coches se detienen y avanzan lentamente.
 En un momento dado coincido con un amigo al que hace tiempo que no veo. Metro tras metro aprovechamos para preguntarnos que tal nos va y recordar algún momento.
Cada uno sigue su camino.
 Vuelve la atonía, la cola se hace inmensa, el espacio se detiene y el tiempo le sigue el juego.
 La cola se deshace y el ritmo vertiginoso reaparece. No se respetan las señales de velocidad. 
Alguien te apura, pica las luces y te echa el coche encima.
Decides no participar y lentamente te apartas.
Vuelves al carril de adelantamiento. 
Te cruzas con alguien y mientras lo adelantas, sientes como haciendo uso de un instinto primario, pisa su acelerador. Incluso tú al notarlo pisas el tuyo.
Te detienes, reflexionas, vuelves a la velocidad que llevabas y dejas que cada uno lleve su ritmo sin que marquen el tuyo.
 Ya llegaste. ¿Y ahora qué?
Valió la pena. Miras atrás. Has dejado la autopista a lo lejos y te adentras en la ciudad.
Atascos y más atascos. Colas inamovibles.
No encuentras dónde aparcar. Pagas tu tasa en un parking.
Es caro, cobra por minutos y no se detiene.
 Sales, decides salir. Abandonas la ciudad y te diriges de vuelta a casa.
Sentado ya en tu sofá repasas mentalmente las escenas. Algunas se te escapan como se te escaparon al pasarlas. Te refugias en los momentos del camino en los que paraste. 
Ahora los valoras, como quizás no los valoraste entonces, sobre todo cuando ibas deprisa.

Te encuentras cansado y te acuestas.
El día acabó, la carretera también.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Igual nos pasa la vida sin darnos cuenta de todas las cosas que nos aporta a diario. Prisa, prisa, prisa, ... Nadie se para. Cuántas cosas nos perdemos!. Por eso aprovecho el momento para saludarte y darte las gracias por esto y por toda la información profesional que me haces llegar que aunque no lo creas mucha de ella me es muy útil y como mínimo formativa. Un beso. amlp

Jesús Hernández dijo...

Gracias amlp por tus palabras. Cuando nos dejamos llevar por la prisa pagamos acabamos pagando altas tasas en parkings caros. Po reso, de vez en cuando, debemos parar antes de que la vida nos lo haga hacer.
Un abrazo y gracias a ti por estar ahí.