miércoles, 9 de junio de 2010

EL NUEVO TÉCNICO DE MANTENIMIENTO: El rostro de la preocupación versus repercusión.

Lo vimos aparecer los primeros días del curso. En las primeras ocasiones no deparamos excesivamente, acostumbrados como estábamos al ir y venir de personas, más aún por esas fechas.
Poco a poco fuimos centrando nuestras miradas. Y resultó ser que el nuevo técnico de mantenimiento era un p r o f e s o r. Sí, si, con todas las letras, una a una, con solución de continuidad. Y además no había estudiado para ello. Se había ido preparando, como solemos hacer todos, con muchas equivocaciones, algún que otro acierto y, también hay decirlo, con alguna que otra ayudita.
A todos nos ayudan, pero no todos tenemos la humildad precisa para recoger esas ayudas tan necesarias cuando se navega por latitudes nada parecidas a las de Los Caballos.
Ejercía de psicólogo a las primeras de cambio, pero no de esos que te escrutan de arriba a abajo y te exprimen dejándote peor que como te encontraron. No, no resultó ser de esos. Servía tanto para un roto como para un descosido, para un "blanquito" como para "un negrito", para un paria del sistema, como para diamantes en bruto.
Se relacionaba de manera escandalosa para los que no son osados, para los que viven en la apoplejía constante. Lo hacía desde la cercanía y la estrofa adecuada. Acercando y reorientando y, ¡oh milagro! lo hacía sin papeles coartantes. Sus papeles eran folios blancos o grises reciclados, hasta reutilizados.
Pronto el nuevo técnico de mantenimiento fue considerado entre los que sabían apreciar de buen grado esas circunstancias, entre los que eran capaces de mirar y de ver. Perplejos, no salían de su asombro, al ver la naturalidad con la que se desenvolvía entre cables cruzados, desarmando circuitos, evitando que saltaran los plomos y los plomizos y volviendo a armar los sistemas sin producir descargas desagradables que empapelaran al personal. En realidad, con esos recursos tecnológicos no se veía necesitado de electrodos lacerantes que castrasen cables sin fundas. Sin cinta aislante ni guantes anticorriente, volvía a armar los circuitos y, por mucho que lo pudiese parecer, no se deslizaba a través de la imprudencia.
Su labor vicaria no se limitaba a indecentes corrientes, sino que hacía acopio de valor para sacar una oportuna sonrisa de un rostro encallecido por las circunstancias. Encontraba manantiales de los que brotaban fuentes de satisfacción. Y, oiga, como quién no quería la cosa. Tanto es así, que cualquiera no se percataba de ello.
Sólo le achaco el pesimismo que en contadas ocasiones muestra ante problemas mayores, pero poco a poco va aprendiendo. Los problemas mayores son como los menores. Únicamente se diferencian en su tamaño, pero la pedagogía a aplicar es la misma y los tiempos también. Todo se andará. Los frutos se recogen como los menores, a veces, diferidamente. En otras, hasta puedes tener la fortuna de contemplarlo y poder asistir a una puesta de sol.
Un día, mientras trataba de borrar su mala imagen de militar en la red, llegó, tardíamente a la celebración. Traté de hacer brotar lo que para él era habitual. Pero pronto me di cuenta de que no iba a poder ser.
Vi el rostro de la preocupación. Ese que yo conocía bien. Ese que tratas de disimular pero es superior a ti. El rostro de las verdades auténticas, si es que existen en un ser humano.
Trató de disimularlo, como hice yo en su día. Recuerdo aún la vez en la que fiel a mi costumbre trate de poner humor en un rostro serio, puesto para la ocasión que pintaban calva. Pero esa vez era diferente. Recuerdo que se encontraba la María a mi lado como víctima propiciatoria. Era más necesaria que nunca, pero tras la mueca primera, los músculos de mi rostro, permanecían agarrotados sin posibilidad alguna de regalar la postrera y más necesaria que nunca sonrisa. No fui capaz de mostrar nada que no fuera una sonrisa acartonada que no lograba ocultar la situación.
Pronto hice de la necesidad virtud, con una gran e irredenta ayuda y fue posible a pesar de la situación.
El rostro de la preocupación me hizo solidario nuevamente y compartí algo del dolor. Sentir el rostro de la preocupación ajena, sobre todo cuando lo conoces, es sólo el pago de una deuda a otros y el único regalo que puedes hacer a quién lo necesita.
Compañero, mantenedor, aquí estamos los que tenemos un plan. Gota a gota, formando una marea que lo arrastra todo y haciéndote ver que los problemas mayores también se pueden arreglar o llevar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sistema de Posicionamiento Global, Detección y Medición de distancias por Radio, Navegación y Alcance por Sonido, Cartas de Navegación por Satélite, Fotografias de Alta Definicón, Mapas de Precisión Milimétrica, Giroscopios por Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación, Sistemas de Video-Detección con Camaras Subacuáticas y todavía... todavía...los FAROS son imprescindibles.


;)

emejota dijo...

Tan original como de costumbre y con el gran corazón de siempre. Un abrazo.

Jesús Hernández dijo...

Muchas gracia emejota.
Un abrazo

Jesús Hernández dijo...

Anónimo amigo. Vale, tienes algo de razón, además de alma de poeta desde lo tecnológico. Vale los faros son necesarios, pero todos tenemos uno, que se enriquece con las luces de otros, tanto cuando ayudamos a prenderlos como cuando nos ayudan a iluminar la estancia.

Hasta otro cortado