viernes, 25 de abril de 2008

* 24.- CON LA DESPENSA LLENA

Con la despensa llena

Foto retocada por un amigo que me envió

La añadiré a mi despensa


Hay dos circunstancias que me han llevado a escribir, o mejor dicho, a intentar escribir esta entrada:

Por un lado el correo de una amiga sin palabras, con un power, y por otro, la llamada entrañable de un amigo para hablarme de su paternidad.

Es curioso, no lo había llamado, ni siquiera escrito un simple correo, pero sí que había pensado en él y en su mujer en múltiples ocasiones, en lo felices que estarían siendo, en su recompensa después de tantos avatares.

La verdad es que fue una conversación sentida en la que una vez más comprobé como las personas que nos han dicho algo permanecen ahí, y en cómo se comunican con nosotros sin que directamente lo hagamos. Me contaba que a pesar de no haber plasmado la felicitación, era como si le hubiese llegado.

¡Cuántas veces nos vienen las palabras que diría una persona apreciada ante una circunstancia cualquiera! ¡Cómo nos ayudaría, apoyaría, aconsejaría, opinaría, y así hasta un sinfín de rías!

Si algo vale la pena, son los pedacitos que van dejando en nosotros todas las personas con las que nos vamos tropezando y que ya dejan de ser de ellos para formar parte inseparable de nosotros y nos acompañarán tanto en los buenos como en los malos momentos, que aparecerán en nuestra mente sin necesidad de invocarlos, sin necesidad de materializarlos, que nos acompañan y nos consuelan, que comparten con nosotros nuestra felicidad y nos ayudan a llevar las penas.

Si algo vale la pena, son los pedacitos que van dejando en nosotros las personas con las que nos vamos tropezando y que nos van regalando sin conocerlas, trocitos de ellas, para acabar de conocerlas sin haberlas conocido.

¡Cuánta buena persona hay suelta en este mundo y qué mala capacidad tenemos en algunos momentos para centrarnos en lo que no vale tanto la pena!

Cada vez que me tropiezo a una persona a la que no conozco y me brinda su ayuda, su atención, su buen trato desinteresado, sea por un instante o por toda una vida, en ese momento, recargo energías y fe en el ser humano, y lo mejor de todo, no me las guardo para mí mismo, sino que las comparto con los demás, bien devolviéndolas a su origen, bien esparciéndolas por la eternidad.

En un bar de multitudes de paso un camarero se interesó por nosotros y lo que le preguntábamos y nos reconoció a la vuelta convirtiéndonos en personas ante la inmensidad, una alumna que en la conferencia sale de la masa y nos hace llegar su conocimiento en forma de nota musical y nuestro consuelo por haber llegado a encontrarnos, un correo con respuesta que nos invita a construir sin hormigón, que sale de la inconmensurable magnitud enredada tornándose vida más allá de tópico y cadena.

Con la despensa llena nos disponemos a afrontar las vicisitudes de la vida, preparándonos para lo que no tiene preparación y para lo que no queremos hacerlo, pero lo hacemos sabiéndonos plenos de conservas no caducas, de perennes vivencias y pedacitos de seres que acaban formando parte de nosotros y que nos ayudan y acompañan, estén o no materialmente presentes.

Y lo hacemos como gatos panza arriba y como ranas en la nata, sin renunciar a nada y sin más límite que el amor universal que nos acompaña, a quien sirven como fieles escuderos los pedacitos de unas despensas llenas y agradecidas.

A aquellas personas que han contribuido, sabiéndolo o no, a llenar y rebozar con pedacitos nuestra despensa.

P.D.: esta mañana, al colgar una viñeta en el centro que hablaba sobre los cuatro mandamientos de la calidad de la enseñanza, en el apartado destinado a los profesores, se hablaba de que estos debían poner más amor. Una compañera comentó que no sabía que hacía eso allí. Hagas lo que hagas en la vida, en el trabajo, por muy profesional aséptico que pretendas ser, si no pones pasión en lo que haces, nunca serás completamente feliz como persona o como profesional.

Cuento asociado:

El Efecto Boomerang

7 comentarios:

Aliacos dijo...

Bueno, bueno, bueno, muchísimas gracias, como siempre, por compartir, por permitir acercarnos a lo que pasa por esa cabeza, por dar, por echarle horas y horas a trabajar por y para los demás, pero sobre todo por SER. Me alegro enormente de que hayas pasado por mi vida aunque sea virtualmente. Un abrazo fortísimo desde la isla vecina.

Jesús Hernández dijo...

Gracias aliacos por tus palabras. Te aseguro que la suerte es para mí por ir llenando la despensa de pedazos de personas maravillosas.

Anónimo dijo...

Amigo Jesús, siempre tan oportuno y tan lleno de amor que repartes a diestro y siniestro gratuitamente. Gracias a Dios, en algún momento de nuestras vidas nos damos cuenta lo importante que es ir "llenando nuestra despensa" sólo de aquello que nos va a servir en nuestro camino. Gracias por haberme dejado formar parte de tu despensa y enseñarme a vaciar la mía y llenarla de positividad.
Por cierto, no puede faltar mi comentario con respecto a las 4 cualidades de la calidad: esa persona que no entendía que los profesores tenemos que poner más amor a nuestro trabajo, es porque no le gusta lo que hace, no lo entiende, o quizás solo sea un recurso económico en su vida. ¡Así nos va! y luego salimos pidiendo homologación.Sin comentarios.Besos. amlp

Jesús Hernández dijo...

Gracias amlp por tus palabras siempre gratas y bien acogidas.
Lo que tengo claro, es que a más das, más recibes, y es tan insignificante lo que damos que merece la pena profundizar en hacerlo. De cuantas más cosas innecesarias te desprendes, de mejores provisiones te puedes dotar. En eso tienes toda la razón, primero debemos vaciarnos de lo que nos encadena para llenarnos de lo que la vida y los demás nos ofrecen.
En cuanto a lo de la enseñanza tienes toda la razón, a veces hay compañeros que tratan de esconder en una falsa profesionalidad la ausencia de gusto por la labor educativa, y pretenden confundir intencionadamente enseñar con la impartición fría y distante de unos conocimientos, tratando despersonalizar la educación tornando en frivolidad lo que suponga trato con personas, como si trabajásemos con máquinas, confundiendo implicación humana con
falta de profesionalidad, como si una cosa y otra fueran opuestas. Yo cambiaría algunas cosas con las que nos encontramos hoy en día, pero no confundiría malintencionadamente amiguismo con trato con personas. En realidad esto es parte de cualquier aspecto de la vida y por mucho que pretendamos una asepsia de burbuja, nunca lo podremos ni debemos lograr. Enseñanza y ser humano tienen que ir necesariamente de la mano.

Anónimo dijo...

Querido amigo, desde hace un tiempo no paro de recordarte el bien que me ha hecho conocer a personas que, como tú, nos invitan a pensar y a reconocer tanto lo malo como lo bueno que hay en nosotros. Muchas veces te escucho en silencio rumiando tus palabras que -a menudo- aparecen escondidas detrás de la ironía o el humor. Supongo que sabes cuánta enseñanza hay detrás de ellas, especialmente para los que, como yo, deseamos llenar nuestra despensa de todo lo bueno que ofrece el ser humano. Últimamente, diversas circunstancias vinculadas a personas que nos tropezamos diariamente me han sorprendido en sentido negativo y me han hecho preguntarme: pero, ¿cómo es posible que esto sea así? La pregunta me la he planteado en soledad, en silencio; pero también te la he hecho a ti, esperando tu respuesta como si consultara el gran libro de la vida. A veces, ni siquiera tú has podido darme una explicación. Ahora, leyendo tu texto y las reflexiones de tus amigos me ha surgido una posible respuesta: no hay amor, pero no sólo en nuestra labor diaria como docentes, sino en nuestra labor diaria como personas. Y eso, amigo Jesús, sí que no merece homologación alguna...
McDonald

Anónimo dijo...

Querido primo,
Gracias por compartir tus pensamientos conmigo. Toda una vida creciendo juntos, en la familia, y ahora es cuando estoy empezando a conocerte verdaderamente. Gracias a las nuevas tecnologías, que nos permiten plasmar nuestros pensamientos en este “espacio virtual”, gracias a ello he podido darme cuenta de la gran persona que eres y del corazón tan grande que tienes. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que has escrito. En el camino de la vida hay que pararse a valorar lo pequeño, esas pequeñas flores del borde del camino, que son las que con su perfume y su belleza nos hacen el camino más agradable y nos dan fuerza para seguir adelante. Bueno, yo como bióloga, me sale el símil botánico, pero a fin de cuentas es lo mismo que tu despensa. Una despensa que cada día se va llenando de cosas buenas, como haber leído hoy tu blog. Y que decir del Amor, si pusiéramos más Amor en todo lo que hacemos y en todas las personas que se cruzan en nuestra vida, otro gallo nos cantaría. Ya lo dijo uno que se llamaba igual que tú: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Un beso, María Asunción.

Jesús Hernández dijo...

Gracias McDonald y María asunción por sus gratificantes palabras.

McDonald, creo que cada vez eres menos McDonald y no precisamente por tu exterior, que lo es bastante menos, sino por lo que vas creciendo en sabiduría. Ya te contestaré más ampliamente a la pregunta que dices que ni yo a veces he logrado poder hacerlo, sólo te advierto que es un intento y que no sé si lograré satisfacer las cuestiones que te estás planteando.

María Asunción, cuántas veces desconocemos a quién tenemos a nuestro lado, más de las que deberían ser desde luego, pero a pesar de que nos conozcamos mejor, no creo ser un desconocido para ti en el sentido en el que estamos hablando, sólo que quizás me estés conociendo más y mejor, y el sentimiento es mutuo.