sábado, 4 de octubre de 2008

* 37.- De Faros y de Los Palos

La vida te da palos, pero aún en los peores momentos, no todos son malos, pues unos se usan como trampolines y otros como faros, porque hubo un tiempo en que los faros se alimentaban con buena leña. Aún quedan de esos.

“Los Palos” son la fuerza que te da la tierra, con sus productos inestimables que nutren el espíritu y alumbran a las personas incluso cuando estás tienen luz propia. Las orientan en la noche y las ponen a salvo de los obstáculos, o al menos ayudan a sobrellevarlos, aunque no de cualquier manera.

Nuestro estado de ánimo, el momento personal en que nos encontrábamos, teñía sus palabras y hacía que nos provocara un impacto diferente.

Había entendido que de la misma forma que los faros no pierden su magia, los grandes mensajes nunca pierden su valor, como tampoco lo hacen las huertas humanas en las que se cultivan los grandes valores.

Los suyos, teñidos de amistad, abonados con cariño, mimada con esfuerzo como se mima a la tierra cuando se la quiere, como se quiere a la vida misma, dándoles sus frutos y recolectando amor, no sin esfuerzo. Con constancia y sirviendo de apoyo, con sentimiento, hasta con agradecimiento, con el agradecimiento que se le debe a una tierra generosa.

Los faros dan un mensaje que brilla por encima de los otros. Tienen la fuerza y la magia de su luz para hacerlo. Nosotros tenemos las historias. Y es que cuando se juntan dos cuentistas, cuando dos faros unen sus luces, la historia es tan grande que no puede ser contada con palabras, sólo se puede guardar en el corazón de los agradecidos y devolverla verso a verso. La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento. Cuentista.

Los faros escogen un lenguaje sencillo y eficaz para entenderse por la noche con los navegantes. Nosotros debemos escoger el lenguaje pensando en quien nos está escuchando. Y cuando los navegantes tocan tierra, se aprovisionan con los manjares que la buena tierra ofrece al espíritu, esa que no se encuentra en cualquier lugar, sólo las que se cultivan los poseen.

Importa la luz que ve el navegante no la luz que sale del faro. Importa lo que capta la gente, no lo que yo creo que estoy diciendo. Sólo si yo estoy en contacto con mis sentimientos, puedo saber lo que estoy comunicando. Y desde luego que lo sé. Su luz llegaba clara, oportuna, solidaria, amiga y espejo. Sus alimentos nutrían como sólo pueden hacerlo los que están limpios de corazón y trabajan su propia tierra.

Soy yo quien navega hacia el faro, si él me seduce. Pero ni me empuja ni me viene a buscar. Respeta mi libertad. Ésta es la gran clave y la última, pues así fue como vino y así fue como fue recibida, incluso en compañía, con los brazos abiertos, con los brazos que abrazaban pero no retenían.

No hay palabras que puedan expresar los buenos palos que nos dio, que puedan acercarse a los momentos de compañía y a la gratitud que sintió, sólo la alegría generosa y agradecida que sintió pueden hacer comprender lo que su tierra interior dio, en el mes de Julio, agosto y septiembre, y también en los anteriores.

Palos son amores y buenas razones, pues con la mejor madera están hechos, y miradas rebosantes de alegría al cielo recogieron y compartieron. Cuando los mimbres no pueden ser mejores que estos, las luces de los faros no pueden hacer otra cosa que guiar a los navegantes perdidos y encontrados.

No hay palabras, sólo luces en el mar.

1 comentario:

rams dijo...

Eres un faro que ilumina nuestras vidas con la luz de tus palabras que proyectan bonitas y serenas reflexiones. Gracias