miércoles, 22 de abril de 2009

* 121.- EL MEJOR REGALO: UN LIBRO

No voy a hablar sobre "el día del libro", ni voy a incitar a la lectura. O quizás sí.

De lo que voy a hablar es de la doble alegría que me dio hoy una amiga y compañera.

Me comentó que la había visitado una antigua alumna y la había hecho sentirse muy bien. La alumna le dijo que le iba bien y que se encontraba trabajando, que había dado un gran cambio y que se acordaba mucho de ella.

Me alegró mucho la noticia por la alumna. Nos había llegado de rebote y, como suele suceder en estos casos, con un amplio historial de conflictividad en distintos institutos.

En el nuestro no fue menos. Bueno, para ser exactos, sí fueron menos que en sus anteriores centros, pero no por ello, dejaron de ser importantes.

Lo cierto, es que algunos profesores apreciamos algo en ella escondido tras esa maraña de conflictividad y rebeldía con la que suelen defenderse y enfrentarse equivocadamente algunos adolescentes al mundo y a ellos mismos.

Vimos sus dotes para escribir y plasmar en el papel una riqueza interior que poseía y a la que ella misma era ajena a su conocimiento.

Logramos llegarle en algunos aspectos. Batallamos mucho con ella, pero nunca parecía suficiente para su rescate. Incluso, a veces, empeoraba por momentos. Su complicada situación y su carácter jugaban siempre en su contra.

Tras su ruda y rebelde expresión se vislumbraba una sensibilidad y una capacidad para llegar al fondo de las cuestiones que no era la habitual.

Hicimos lo que pudimos, sembramos y recogimos algunos frutos y continuamos sembrando.

La segunda razón por la que me alegré, fue por la compañera y amiga que fue objeto de la visita.

Si alguien batalló por esta alumna, esa fue ella.

Le descubrió el maravilloso mundo interior que portaba, la adentró en el fascinante mundo de los libros, la incitó a amarlos y a quererlos, le enseñó a dibujar letras en folios blancos y convertirlos en retazos de su ser, a la vez que se los revelaba a sí misma y a los demás.

Supo acudir en su rescate y lanzarle un cabo que convertido en cabo de la Buena Esperanza la salvó de la tempestad y la catapultó a tierra firme. Dio un duro dónde otros no vimos ni cuatro pesetas.

Y todo esto lo hizo de una manera sencilla, humilde y callada, sin alardes ni grandilocuencias, transmitiendo cercanía y amor por lo que hacía.

Recogió los frutos de su labor, aunque nunca nos parecen suficientes.

Pero hoy recogió unos frutos diferentes que la colmaron en justa medida y que no son otros que las semillas maduradas de sus esfuerzos en forma de fruto diferido, que es la manera en la que se suelen recoger los mejores resultados de esta labor docente.

¡Cuántas veces vemos el resultado del trabajo al tener la ocasión de reencontrarnos con alumnos al cabo de un tiempo!

Nuestro trabajo es grato, duro en muchas ocasiones, pero grato si sabemos apreciarlo, y más grato aún si pudiéramos observarlo a través de un caleidoscopio temporal.

Y eso fue lo que le sucedió hoy a mi compañera.

¡Valió la pena tanto esfuerzo tantas veces con apariencias infructuosas!

Y le dieron el regalo, el mejor de los regalos que se le puede hacer a una profesora. Un libro. La alumna había ido a regalarle un libro. no un libro cualquiera. Un libro que se había leído y que le había recordado a su profesora, la que tanto se desvivió por ella y la que tan fantástico mundo le había ayudado a descubrir.

¡Puede haber mejor regalo para la víspera del día del libro!

Enhorabuena amiga.

He creído interesante colgar aquí el comentario que dejó mi compañera en el que cuenta la historia tal como la vivió y lo hace de 1ª mano y mucho mejor que yo:

Querido Jesús:

Me emocionó muchísimo la visita de nuestra alumna (no quiero llamarala ex porque, a pesar de los quebraderos de cabeza que nos dio en más de una ocasión, seguirá siendo siempre alumna nuestra)...

Me emocioné cuando oí su voz llamándome por el pasillo, cuando me contó cómo había empezado a encauzar su vida, sus palabras llenas de madurez y seguridad en que ahora sí que había encontrado su camino...

Me sorprendí cuando sacó de su bolso dos libros que tenía de nuestra biblioteca y que quería devolver, pero, sobre todo, me emocionó cuando sacó su libro, un libro que había leído y que había disfrutado. Me explicó que lo había leído varias veces porque cada vez que lo leía le enseñaba algo nuevo. Me lo regaló porque, según sus palabras, le había hecho recordar lo que yo le había dicho, tanto sobre la vida como sobre los libros.

Llevo poco en esto de la docencia y, quizá por ello, no he recogido aún frutos, pero te puedo asegurar que la enseñanza de hoy será de esas que siempre voy a recordar porque me hace volver a la realidad de nuestra profesión, la cual (desde luego) no está en documentos que descuartizan nuestra labor con porcentajes y estúpidos análisis de competencias básicas...

La alegría de la visita se completó cuando, al fin, encontré a mi amigo en la sala de profesores y me abalancé sobre él para contarle lo que me había ocurrido. ¡Por fin, tenía alguna noticia buena que darle!

Verbalizar algunas experiencias me hace comprender su importancia. Al contarte el encuentro y percibir tu satisfacción (similar a la mía, porque tu labor con esta alumna fue ingente, de lo que dan fe unos cuantos cortados) me hizo percibir que nuestra labor se había apuntado un tanto...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un ejemplo de que se recoge de lo que se siembra. No siempre nuestra labor es ingrata. Estos pequeños detalles son los que realzan nuestra profesión y los que hacen que nos sintamos bien con nuestro trabajo que tan entre dicho tiene parte de esta sociedad. ¡Vale la pena seguir!. Saludos.amlp

Anónimo dijo...

Querido Jesús:

Me emocionó muchísimo la visita de nuestra alumna (no quiero llamarala ex porque, a pesar de los quebraderos de cabeza que nos dio en más de una ocasión, seguirá siendo siempre alumna nuestra)... Me emocioné cuando oí su voz llamándome por el pasillo, cuando me contó cómo había empezado a encauzar su vida, sus palabras llenas de madurez y seguridad en que ahora sí que había encontrado su camino... Me sorprendí cuando sacó de su bolso dos libros que tenía de nuestra biblioteca y que quería devolver, pero, sobre todo, me emocionó cuando sacó su libro, un libro que había leído y que había disfrutado. Me explicó que lo había leído varias veces porque cada vez que lo leía le enseñaba algo nuevo. Me lo regaló porque, según sus palabras, le había hecho recordar lo que yo le había dicho, tanto sobre la vida como sobre los libros. Llevo poco en esto de la docencia y, quizá por ello, no he recogido aún frutos, pero te puedo asegurar que la enseñanza de hoy será de esas que siempre voy a recordar porque me hace volver a la realidad de nuestra profesión, la cual (desde luego) no está en documentos que descuartizan nuestra labor con porcentajes y estúpidos análisis de competencias básicas...
La alegría de la visita se completó cuando, al fin, encontré a mi amigo en la sala de profesores y me abalancé sobre él para contarle lo que me había ocurrido. ¡Por fin, tenía alguna noticia buena que darle!
Verbalizar algunas experiencias me hace comprender su importancia. Al contarte el encuentro y percibir tu satisfacción (similar a la mía, porque tu labor con esta alumna fue ingente, de lo que dan fe unos cuantos cortados) me hizo percibir que nuestra labor se había apuntado un tanto...
McDonald

Jesús Hernández dijo...

gracias amlp por tu comentario. Nuestra labor es cierto que es dura a veces porque la educación, bien sea de la familia o nuestra, tiene muchos enemigos en la actualidad. Y después queremos que los chicos sean mejores de lo que son. Por eso, ahora más que nunca es importante nuestra labor. Y grata si lo hacemos a sabiendas

Jesús Hernández dijo...

Bueno Mary, voy a comenzar por el final.

Me das buenas noticias, más de las que tú crees. Me alegra escucharte aún cuando me cuentas esas malas que dices.

Me alegro mucho de que hayas tenido esta experiencia que sólo podrían entender del todo quienes la conocieron y que te puede servir para que valores la gran labor que estás haciendo y te centres en ella, dejando a un lado los sinsabores burocráticos que estar en un centro de calidad te proporcionan.

Tu amigo que la aprecia
Jesús

Amaya dijo...

Ya va siendo hora de que te cubran de premios por tu labor y aquí va uno estupendo que acabo de recibir.Pasa a buscarlo al blog.Saludos y Feliz día del Libro!!

rams dijo...

Desde luego que para una profesora no hay mejor regalo que éste que le han dado hoy a tu compañera. Yo,como maestra que soy, sentí gran emoción al leerlo. Es la mejor recompensa a los esfuerzos diarios, y también el motor para los muchos que nos quedan por hacer en nuestra profesión. Leer algo así también me ha animado a mi. ¡Felicidades a ambos!

Jesús Hernández dijo...

A esta compañera la situación la emocionó realmente y le vino de maravilla para que viera la gran labor que está haciendo. Sí pudiera contar más sobre el caso, la impresión sobre lo que aquí se cuenta sería bastante mayor

MA dijo...

LLego un poco tarde. He estado en otros "lares" (tú lo sabes).
Respecto a esto, no hay más. Es la semilla que brota, el agua que te sacia sólo con una gota.¡Qué infeliz el que no lo haya vivido! Son muchos años ya para mí y deliciosamente muchos buenos sabores. El último, el sábado pasado, cuando más lo necesitaba, en mi propia casa, sonó el teléfono y....¡GRACIAS!
Gracias a ti también JJ

Jesús Hernández dijo...

Si alguien lo sabe, esa eres tú, con tu dilatada experiencia y tú fructuosa labor, has recibido y merecido múltiples libros diferidos, que sólo las almas despiertas son capaces de percibir.

Gracias Enriqueta por tus palabras, que al ser pronunciadas precisamente por ti, redoblan su valor, ese que no tiene precio y que sólo, quién te está infinitamente agradecido, es capaz de conocer en su, al menos, aproximada medida.

Jesús