La jungla habitual permanece aún adormecida.
Entran poco a poco y se depositan en un silencio sepulcral, ajeno a lo habitual, que hace posible comenzar a crear un clima de no agresión que acabe con años de ignominia y frustración.
Lo primero es cohesionar, crear sentido de grupo, espíritu libre donde ninguno frustre las expectativas de los otros y pueda superar años de burla y menosprecio.
Es curioso, pero siempre se inicia con rechazo, con vergüenza, con mutilaciones que se prometen eternas, infranqueables, inasumibles.
Le siguen momentos de respeto, todos lo hacen, el lugar no importa, importa sentir.
Yo no sé.
Yo no quiero.
Vale, no pasa nada, se trata de querer.
Yo no sé.
Yo no quiero.
Vale, no pasa nada, se trata de querer. Y ya que estamos, una pregunta: ¿qué es saber?
Yo no sé.
Tú si sabes, ¿qué es saber? Yo lo puedo hacer mejor, tú también.
Tú si sabes, ¿qué es saber? Yo lo puedo hacer mejor, tú también.
¿Hoy puedo?
Claro, si quieres.
Lo has hecho mejor de lo que pensabas.
¿Puedo empezar yo?
¡Cómo no!
¡Qué bien lo has hecho hoy!
Mereces un aplauso.
Lo ves, puedes.
¡Qué bien lo has hecho hoy!
Muy bien, no sólo él puede mejorar. Tú que lo haces tan bien, puedes respirar, entonar. Siéntelo, húndete en las palabras, rózate con ellas.
Roto el maleficio que sujetaba férreo la conciencia de lo posible, ya todo resultaba algo más fácil.
Se instalaba el respeto al otro y a sí mismo. Todos nos encontrábamos en el mimo sendero y caminar disfrutando del paisaje era lo realmente importante, más allá del tramo en que nos encontrásemos.
Por primera vez en años, se sentían parte viva de la vereda.
Si eran roca, evolucionaban, tenían origen, eran suavizadas por la suave brisa o laminadas por el viento, acariciadas por la fina lluvia o arrastradas por la avalancha.
Si eran árboles, cobraban vida, renacía su verdor.
Todos se sentían senderistas y ruta, y avanzaban juntos en la misma dirección, cada uno haciendo su camino.
Y lo que fue guerra, lucha o batalla campal, se había tornado en naciente placer, aún débil, y en hora mágica, en la que hasta el peor momento se disipaba dejando atrás, al menos por un instante, la densa niebla que impedía avanzar.
Crecía el grupo, disfrutaba el momento y la autoestima fraguaba otros logros.
Lo entendiste.
No.
No pasa nada, ya llegará.
Alguien lo hizo. Me lo puede contar.
Sí, yo...Era...
Yo lo digo. Fue...
¡Qué bien!
Bueno eso es lo que decía, pero, ¿qué nos quiere decir?, ¿qué mensaje está escondido esperando que lo encontremos?
Yo sé, dice orgulloso el más avispado. En la botella hay...que lleva escrito...y quiere decir que...
Yo también lo sé, se repite asombrado consigo mismo el rezagado.
Nunca antes había entendido algo que estuviera ante mis ojos. No lo hago mal, pero no me entero. Me lo tengo que comprar.
Y lo compras. Y se lo devora. Y lo comparte en su cárcel.
Y lo compras y no lo saca de su bolso. Se vuelve amarillento y gastado. Al año siguiente lo presta y lo recupera. Lo sigue llevando, pero ya no está solo.
Cinco años ya, tras el descubrimiento de la pócima, nunca me había sentido defraudado, por difíciles que fueran al principio, por malas que fueran las rachas o peores que fueran el resto de instantes. Momento mágico en el que se sembraban futuros personales.
Historias increíbles sucedieron que se grabaron en la magia. Todas merecedoras de ser contadas por Gigi Cicerone y escuchadas por Momo.
Desde la historia de Llena y Abán, hasta la de Noé, sin olvidarnos de la de Eu y Cris y otras tantas. Todas tomaron cuerpo y merecen ser encontradas en el camino. Quizás algún día.
No sé como sucede, pero la piel se nos puso de gallina, los pelos se nos erizan y las lágrimas cuesta retenerlas.
Tanta paciencia, yo no podría.
Si yo te contara.
La frustración también se queda en el camino.
El mejor intérprete que es cortado, el que abandona antes de la oportunidad, el que es reo temporal y después de probar la miel se nos escapa.
La esperanza también permanece, ilusionada con que algún día la semilla brote y ayude a interpretar lo importante y lo distinga de lo accesorio mientras lo disfrute.
Es mágica, mas no hace magia, sólo la evoca y la invoca, algunas veces hasta la provoca.
La jungla se despierta, son las nueve y ya nada es lo mismo, aunque siga igual.
El último día, los dos rezagados, los dos que más habían avanzado, escuchan impávidos la música infantil que marca el fin. Siguen en la faena, leyendo y escuchando en inusual rima. Termina y hablamos, nos cuestionamos, respondemos, opinamos y nos despedimos.
4 comentarios:
Hermoso resumen de un año más repleto de experiencias.
Que en el inicio del próximo curso vengas con las baterias cargadas para enfrentar los nuevos retos.
Felices vacaciones. Un beso enorme. amlp
Gracias amlp por tus palabras y por estar siempre ahí.
No ha sido un curso fácil, sobre todo el final, pero siempre extraemos buenas cosas.
Un gran abrazo
Difícil, sí, más que nunca. Otro vendrá, cargado de esperanzas, espero y de fuerzas renovadas para poder seguir, para avanzar. Siempre es un lujo tenerte cerca. Abrazos.
Gracias estimado/a amiga. No sé quién eres, pero lo intuyo. Difícil, sí, por míltiples razones, pero bonito también, aunque me queda una espinita clavada de lo que pudo ser y no fue. Seguramente que el lujo es mío.
Un abrazo
Publicar un comentario