Un transeúnte -jamás averiguó su nombre- se arrodilló entonces junto a ella, tomó su mano y la consoló mientras los bomberos trataban de liberarla, lo que la mantuvo tranquila, a pesar del dolor y la ansiedad.
- Fue como le llamó más tarde- mi ángel en la Tierra. (La Inteligencia Social, Daniel Goleman).
Su suerte no fue la misma, ya desde ese momento similar, jugaba con las cartas marcadas. Ella no contó con un ángel, sino con un agente de la guardia civil que consideraba su versión como la de la típica mujer nerviosa. Ella decía no recordar nada y un posterior escáner vino a confirmar sus palabras.
Lo cierto es que sólo por las palabras de su hijo, que se había quedado junto al consumido maletero, pudimos saber lo que había sucedido.
Yo, que instantes antes me había cruzado con una ambulancia, corrí despavorido en tan escasos como interminables doscientos metros al reconocer el coche y toparme de bruces con la escena y contemplar desesperado a la ambulancia junto al vehículo.
Como sucede en esas ocasiones, multitud de escenas se suceden a un ritmo vertiginoso: tu mujer, tu pequeño hijo, ¡qué habrá pasado!, ¿algo fatal?...
Por suerte me encontré a mi piquito de oro relatándole a varios compañeros, que también se habían encontrado con el panorama, lo sucedido con toda la naturalidad de la que sólo un niño es capaz: el coche se quedó sin control, giró, chocó con un lado de la valla y se fue hacia el otro lado, donde chocó nuevamente y giró, terminó de dar la vuelta hasta quedarse en sentido contrario a la circulación y detenerse.
Por fortuna, los dos carriles de la autopista se encontraban libres en ese momento y en los inmediatamente siguientes y ningún coche tuvo que esquivar la situación.
Por suerte no había sucedido nada realmente importante, únicamente el coche quedó inservible, pero eso carecía de importancia alguna, sobre todo si pensamos en lo que pudo haber sucedido.
Al llegar el agente me pregunta que había sucedido. Yo le digo que cómo me lo pregunta a mí cuando ellos habían llegado antes que yo, que ignoraba lo sucedido. El agente, molesto, me dice que le pregunte a mi esposa que se encuentra nerviosa y sólo les ha dicho, como suele pasar con las mujeres, que no recuerdaba nada. Yo le pregunto y me responde de manera idéntica. Mi mujer no se encontraba nerviosa, estaba aturdida. Se lo comunico al policía y me mira con cara de cabreo repitiéndome lo mismo.
Me sentí enfadado por su actitud, que no le permitía ni por un momento ponerse en su lugar, como si él estuviese libre de cualquier percance, con o sin su responsabilidad.
Después en la clínica nos confirmaron que había sufrido una pérdida de conocimiento y la evacuaron hacia el hospital, para realizarle un estudio de lo sucedido, pero esa es ya otra historia.
Dos situaciones, una en la que "un ángel" anónimo es capaz de calmar a una persona en una situación complicada, y otra, en la que un agente que no es capaz de ponerse en el lugar de la víctima para calmarla, aún pudiendo tener razón como después se comprobó.
Lo cierto es que la primera persona fue capaz de empatizar y ponerse en el lugar de la otra y transmitirle lo que más falta le hacía en esos momentos.
Hace años, ante situaciones en las que una persona o sus familiares sufrían, me bloqueaba porque no sabía como actuar o que decir. Era capaz de ponerme en su lugar, pero sabía como actuar.
Con el tiempo y, sobre todo, con lo que las experiencias me han enseñado más allá de lo que hubiera querido, he aprendido que lo importante no son las palabras.
Recuerdo que en una ocasión en la que había fallecido un compañero de otra disciplina deportiva con el que había compartido muchos momentos, también con su esposa, fui a verla. De mi torpe boca sólo pudo salir un "me alegro de verte", bloqueado por no saber que decir. Ella más despierta en ese caso que yo, a pesar de las circunstancias, me dijo que su marido se hubiera alegrado como ella de verme. Comentamos por unos momentos los inevitables recuerdos de años.
Ahora sé que lo realmente importante no son las palabras, sino el lenguaje corporal que las acompaña o que va sólo.
Cuando un compañero, un amigo o cualquier persona sufre o está preocupado por cualquier circunstancia, basta con un abrazo, una palmada en la espalda, un apretón de manos, una mirada de comprensión y escucha, leves contracciones de los músculos de la cara adecuados o la simple empatía de las comisuras de los labios.
Desde entonces me preocupo menos de las palabras, y si estas me salen pues bien, y si no, pues acompaño con los gestos.
Detrás de cualquier conversación, fluye otro lenguaje que transmite lo que las palabras no son capaces. Hay ocasiones en las que ni el mejor poeta es capaz de articular las palabras adecuadas, a pesar de las bellísimas creaciones existentes. Probablemente por esa razón, los hombres primitivos, más parcos en palabras, ya sintieron la necesidad de inventar la pintura.
Ayer vinieron a verme tres amigas, a vernos. Desde un primer momento, en realidad ya antes de venir, sus cuerpos me transmitían algo muy distinto a sus palabras.
Me lo han dicho en múltiples ocasiones, con y sin palabras, pero si no hubieran sido acompañadas de sus más que sinceros gestos, hubieran sonado a huecas.
Y sabemos que esto no es así ni por la mayor de las casualidades, porque me lo han demostrado, sin tener porque, de maneras impensables, y que ahora yo soy incapaz de pulsar en las teclas del ordenador y transformarlas en palabras con el más mínimo sentido.
Sé que están ahí, aunque no estén, aunque no hubieran venido. Yo también estoy y creo que compartirán conmigo, en realidad lo sé, que no soy el único.
De resto pasamos y me hicieron pasar un agradable rato en el que su paciencia y amistad soportaron mi palabrería de incontinente verbal.
No les hace falta que les dé palabras de agradecimiento, ya lo hago constantemente, lo hago fluir de otra manera, sin ellas.
6 comentarios:
Lo estupendo es contar contigo y con esas palabras. De todas ellas, las mejores, sin duda, "las sin sonido".
Gracias Enriqueta, el sentimiento es mutuo, ya desde que antes de conocerte oía relatos y sentimientos.
Un abrazo
Un beso, un abrazo, una caricia, una mirada directa a tus ojos,..., todo eso te envío desde esta isla para un amigo que aunque no vea no me hace falta para saber que el cariño es mutuo. amlp
Gracias amlp.
Sabes que estuve en directo y que sigo estando en diferido cuando sea necesario. Sé que es mutuo.
Un abrazo
Tenemos un poco de dificultad para suscribir el rss, en cualquier caso, he datos marcados este gran sitio, es muy útil, más llena de información.
Gracias por tus palabras.
Un saludo
P.D:. siento los problemas para suscribir el rss
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