viernes, 26 de marzo de 2010

LA PALABRA PROHIBIDA

¡La sé!
Estaba allí, agazapada al volver la página. Con miedo a ser usada, temerosa de reconocerse al ser pronunciada. Dubitativa al hacerse evidente.
Rehuía situaciones en las que se viera comprometida y hasta renegaba de sí misma a la hora de hacerse presente.
Pasaban los días y no se atrevía a salir de casa ni tan si quiera para dar un triste paseo. Encerrada como estaba, se veía mezquina al contemplarse ante el espejo. No encontraba ventanas por las que asomarse a contemplar la vida en la calle.
Algunas veces en las que no soportaba su cautiverio autoimpuesto, se atrevía a mirar por una rendija para volverse rápidamente hacia sí misma en una huida interior. Se refugiaba en los cuartos oscuros de la vivienda y apenas se oxigenaba con la compañía de otras palabras.
Pensaba que el horror se encontraba en ella, que ella misma lo era. Se autoinflingía castigos a la vez que se mostraba arrogante y cruel, escudera de sí misma, como si con ello pudiese escapar a los rayos certeros de las luces del nuevo día al nacer.
Acostumbrada ya a la penuria, no fue capaz de percatarse como un anodino día más, alguien abrió su puerta. Por primera vez pudo sentir algo de claridad en su piel y, sin embargo, no sintió frío. La brisa que entró era algo cálida sin llegar a quemarle su insensible piel. El oxígeno que se aproximó a su rostro le resultó desconocido y la incertidumbre se apoderó de ella. Su mundo escurridizo y plebeyo se comenzaba a tambalear y por primera vez le dio miedo la libertad.
Reunió todas sus fuerzas y se aventuró a traspasar en escasos centímetros el umbral de su puerta. Retrocedió. De nuevo el miedo a la libertad. Retomó entonces el hálito de la brisa y abrió las hojas de la ventana de par en par. El aire que sintió en sus mejillas y que se coló entre las partes más sublimes de sus letras ya no tenía vuelta atrás.
Y conoció a otras palabras. Y algunas la traicionaron. En otras, por el contrario, descubrió nexos que le eran ofrecidos con caricias sempiternas. Descubrió entonces su duda, esa misma que siempre había tratado de ocultar. Y se vio sorpresivamente enriquecida por otras palabras, incluso las que la hirieron, la hacían más grande.
Se acostumbró a convivir con la duda y a no dejar de tener certezas por ello. Y cada día salía de paseo recogiendo nuevas palabras con las que sentirse cómoda y aprender nuevas estrofas con las que entonar el nuevo paseo. 
Pronto se dio cuento de que también podía prestarse a otras de su especie y no cobrar un interés por ello. Y cuanto más lo hacía, más renglones era capaz de escribir. Unas veces eran torcidos y otras escalaban montañas. Describían rutas irrepetibles y cada vez más, se alojaba en distintas moradas que se encontraba a lo largo del camino.
Ninguno de los días en los que salía a pasear llevaba preestablecida la ruta. A pesar de ello, nunca perdía su hoja de papel. Se orientaba en las estrellas y en muchas ocasiones cambiaba de página. 
Había aprendido a realizarse en trazos con personalidad, a pulirlos, a verse reflejada en otras palabras y a que otras se mirasen en ellas.
Ya no importaba si era prohibida, impronunciable o innombrable. Lo que realmente importaba era su condición de palabra y la limpieza con que salía de las bocas al ser pronunciada mientras paseaba en renglones de ida y vuelta.
Era necesaria, luminosa y contagiosa. Inspiraba a escritores consagrados y niños de escuela mientras paseaba sin vergüenza y segura de sí misma sin renunciar a las dudas que la hacían ser pronunciada de maneras diferentes.
No la olvidas, sólo tienes que buscarla, probarla, darle diferentes usos mientras te equivocas en algunos. Entonces, ya no tienes que pronunciarla, sale sola de tu boca como lo hace un abrazo sentido de una persona y de otra.
La conoces desde el principio. Ya la usabas, la regalabas. Me la ahorro. La comparto.

6 comentarios:

conchita dijo...

Dices cosas hermosas, Jesús.
Es toda una alegoría bellísima la que has escrito.
Tú sí que la conoces desde el principio, desde siempre. Forma parte de ti, la regalas generosamente cada día.
También me la ahorro. La comparto.

Jesús Hernández dijo...

Gracias Conchita. Todos la llevamos, auqnue a veces renunciemos a ella. Tú desde luego.

Un abrazo

emejota dijo...

Has escrito con maestría la belleza de la unión de los sonidos convertidos en palabras. Un abrazo

Jesús Hernández dijo...

Gracias emejota por tus palabras. Lo de maestría por ser maestro, por nada más.

Un abrazo

rams dijo...

¡Muy bonito! Me has dejado sin palabras.Es difícil mejorarlo pero sigue haciendo uso de esas preciosas palabras para hacernos disfrutar y reflexionar con ellas.
Un abrazo.

Jesús Hernández dijo...

Gracias Rams. Pronuncias palabras prohibidas de buena amiga que salen de tu boca sin esfuerzo alguno. Palabras que se transforman en hechos y hechos que se transforman en palabras.

Personas como tú hacen más grande este mundo y lo hacen desde la sencillez y en voz baja.

Sabes que siempre te estoy agradecido.

Un fuerte abrazo

Jesús