viernes, 5 de marzo de 2010

SESIÓN DE MATINÉ

Tuntuntún, tuntuntún. El vejo tambor de la lavadora repetía su cansino redoble. Realmente no era tan viejo, pero en un mundo jubilado que retrae el júbilo, se encontraba condenado de antemano. El arreglo era desestimado.

Mientras, en espera de su retiro al vertedero de las pasiones, continuaba con su agotado runrún una y otra vez, repitiéndose sesión tras sesión como una película fuera de temporada en un antiguo cine de tercera.

Visionaba la misma película una y otra vez, sin tregua ni capacidad para escabullirse.

Ponemos la lavadora con la misma desgastada ropa una y otra vez. El tiempo parece no pasar, mientras la ropa, raída ya, pierde todo su blancura primigenia.

No eran horas para lavadoras, con lo que la noche avanzaba lentamente, entre redobles contínuos.

Sólo la llegada del alba era capaz de hacernos ver con claridad lo absurdo de la película que se repetía una y otra vez en la marchita sala, de lo innecesaria de la operación de lavado de la ropa a esas horas de la madrugada hasta desgastarla.

Las lavadoras cuando se van estropeando son así, en vez de dedicarse al necesario blanqueo de sensaciones, repiten una y otra vez la misma cantinela sin proporcionar la debida blancura en la que seguir anotando el nuevo día.

Y llega el nuevo día. Y asistimos a un nuevo estreno con la calidad de ideas suficiente para contrastar el tiempo perdido en ver esa mala película.

Y prometemos no malgastar nuestro tiempo en malas películas repetidas hasta la saciedad. Pero el tambor es así, a medida que su uso se repite, va fallando por momentos en espera del relevo, de la postergada jubilación definitiva.

Sólo la contundente llegada de un nuevo día cada día nos puede liberar del runrún cansino que nos adelanta la jubilación prematura e irremediable.

Y elegimos la llegada de un nuevo día, celebramos un estreno a diario, procurando la buena calidad, más allá del estreno comercial de temporada que llega a ser tan agotador como serían las inacabables sesiones de películas de ínfima condición.

Hoy tenemos un nuevo estreno. Novel trayecto, intentando aprender de los estrenos que han hecho época y evitando repetir redundantes sesiones futuras de películas innecesarias que han hecho un mal uso y abuso de la imaginación. Películas de poca monta y excesivo valor comercial.

Procuramos vivir la nueva matiné sin renunciar a la experiencia.

2 comentarios:

emejota dijo...

Al leer tu bonito post se me ha ocurrido que da la sensación que a lo largo de la vida conviene abrir una cuenta de ahorro de energía mental, al menos, para poder disponer de ella cuando la fuerza física decaiga. Un abrazo.

Jesús Hernández dijo...

Tienes toda la razón, la mejor cuenta de ahorro es la no buscada, la que invierte sin analizar el mercado de intereses, la que procura tratar bien a todo el mundo, empezando por uno mismo. Esa es la mejor inversión de futuro y felicidad real, la que no dan los falsos mitos de la modernidad. Por cada mala inversión hecha por caer en mala tierra, florecerán jardines de conciencia tranquila y compartida que te harán invulnerable a los desatinos del devenir y de los confusos. Esa es tu cuenta.

Un abrazo emejota.