viernes, 18 de febrero de 2011

ROSA, DECORANDO UN NUEVO ESCAPARATE


Fue el verano en el que volvía a comprobar que los días eran de 24 horas, algunos incluso eran mayores. Fue el primer verano en el que me asomaba solo a la red.
Ya había escrito algún que otro comentario y aprendido muchas cosas. Me había respondido amablemente como siempre hizo.
Ese verano, mientras buscaba explicaciones por todas partes, me encontré con una invitación a participar en su recién creado proyecto.
Así fue como entré por primera vez en su radio y en su chat. Enseguida me acogió bien tanto ella como el resto de personas que en ella participaban.
Visitas a diario entre charlas y vueltas por la red con su música de fondo, me hicieron trabar cierta amistad con los que por allí pasaban ratos de charla y buena música.
Conocí a Cala y supe de su amabiliadad, de sus cariñosas acogidas llenas de "culines de sidra de la tierra".
Compartimos entonces posts, detalles y correos.
A medida que pasaba el verano, mientras en largas madrugadas escuchaba su música, los días fueron regresando poco a poco a duración habitual. Ya no eran de 24 horas.
Sus respuestas me ayudaron a encontrar algunas de las preguntas que me seguían. No las pude contestar todas ni podré. Ahora tengo algunas más que sumar al carro de las preguntas incontestables.
No sabía nada, aunque llegué a intuirlo.
¡Ojalá lo hubiera sabido!
Ella tampoco supo de mis preguntas, aunque las suyas y las mías caminaban juntas y daban fondo al tapiz de conversaciones e intercambios.
Acabó el verano y con su fin retornó una normalidad que ya nunca sería igual.
Los días se escapaban de nuevo en mi vano intento por alargarlos y darles sentido.
Dejé entonces de visitarlos por un tiempo fundido en la rutina del trabajo y la red.
Un tiempo después lo retomé y seguían allí, entre sidra y sidra de la buena y con las mismas acogidas y aprecio.
Recuerdo como me comentó que veía a veces mi msn robado por mi hijo y como había dudado en hacer un clic.
Ojalá lo hubiera hecho. Quizás lo hubiera recuperado.
Pasó otra temporada hasta que regresé nuevamente y allí seguía, invariablemente humana, ahora lo sé.
Fuerte ante las horas, sé que horas fuertes.
Me queda la pena de haberla podido ayudar más de lo que nos ayudamos de haber sabido, pues en ese terreno de las horas sabía más de lo que quise aprender, de lo que tuve que aprender.
En este momento, desde el mismo atlántico que compartimos en la distancia, me siento junto a Cala y  a ella.
De ella recuerdo su gran corazón, su humanidad, su continua ayuda a tantas personas y las conversaciones que han reaparecido en mi mente.
Cala, comparto contigo experiencia y un abrazo de amistad.
Rosa, ya te veo decorando un nuevo escaparate en el que seguir ayudando a tanta gente mientras se oye de fondo la música dejotera plagada de "mostros".
Hasta siempre.
Entrada que en su día le dediqué a Rosa y a los amigos de Dejotas Radio: 

4 comentarios:

Vku dijo...

Muy emotiva entrada, hay muchas cosas que uno no sabe del otro.

Jesús Hernández dijo...

Gracias amigo. Efectivamente. Un abrazo

Julita Fernández dijo...

Yo también pude disfrutar de su ayuda en algún momento cuando comencé a ser bloguera.
¡Comparto contigo la tristeza, Jesús!

Jesús Hernández dijo...

Gracias Julita.
Un abrazo