Te propongo que mires a tu alrededor en la habitación en la que te encuentras durante un minuto, fijando tu atención en todos los objetos de color azul que se encuentren en ella. Si no hubieran muchos azules, comienza de nuevo y decide otro color.
Ahora cierra los ojos y piensa en cuantos objetos de color rojo has visto. Sí, de color rojo.
Con las personas sucede igual.
Cuánto tiempo perdemos fijándonos en los aspectos malos de otras personas o en los que no nos gustan, pero, sobre todo, cuánto nos perdemos.
A veces, lo usamos, equívocamente, creyendo que así justificamos nuestras propias inquietudes o, por lo menos, las disimulamos. Cuando no, caemos en una espiral de adrenalina que nos enquista en una hipercolesterolemia de cuantos.
Pero ya lo avisé, no voy a fijar mi atención en ello.
La fijo en cuanto recibes, emites, irradias, devuelves, sientes y no resientes.
En las huellas que vas dejando al caminar, cuando sabes que actúas de prestado, que no estás aquí para llevarte. Mucho menos para llevártelas.
Estar para andar suavemente, dejando las huellas marcadas de una manera natural en el sentido que percibes.
Al marcar un sendero, dejas marcado el de vuelta, para tus regresos o para otros que encuentren tu senda.
Intentas llevártelas, más descubres que no lo conseguirás. Y si no lo haces con las huellas, cuanto menos con la materia.
A estas alturas del camino, redescubres la senda que llevas tiempo pisando y que te has ocultado. y comienzas a disfrutarla. Ya no te cansa, como vegetación resiliente ante el acoso humano, ya no te acosa, sino que lo haces tuyo. Lo fijas en su cara naciente y te bañas en las aguas de abril.
Entonces, puedes ya fijar toda tu atención, o la que puedes, en recibir lo que has dado sin intereses.
Tomas y no coges. No resientes o, quizás, si lo haces, pero sin rencor, con más sentimiento si cabe.
Disfrutas del pasado intemporal, no caduco ni anclado. Lo proyectas al presente, lo irradias al futuro.
Un futuro de confianza, donde el miedo sólo es humano y esporádico.
Disfrutas, tú lo has elegido, para ti y para él, para todos.
Pare Ana, con todo mi cariño.
P.D.: no creas que te vas a librar, por eso, de mis incordios no saludos.
2 comentarios:
¡Bellas palabras y, como siempre, bellas fotos!
Da gusto tener amigos así, ¿verdad, Ana?
Gracias por tus palabras y por pensar en Ana aunque no la conozcas. En ese sentido, Ana somos todos, incluida tú.
Un abrazo
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