Hola:
Ya sé que hace tiempo que no te escribo, que tantas veces me muestro egoista y sólo lo hago cuando quiero contarte algo.
Lo sé, aún así creo que siempre me escuchas y me das tu opinión.
También sé que me lo merezco, que no he hecho nada por darme cuenta o que he creído, como tantas veces que no puedo jugar. Cuando renuncias al tacto no tienes de lo que quejarte. Cuando te inhibes hasta el punto de no sentir, ¿de qué hablas? No tengo derecho ni al pataleo ni a la queja.
Pero igual me he equivocado como otras veces, o quizás como ninguna, al menos como pocas.
No soy tan aguantable como pienso ni todo el mundo me aguanta como creo.
Tampoco creo que haya tanta gente que me aguante ni por la que esté dispuesto a renunciar a parcelas de mí mismo ni a cuotas de mi responsbilidad.
Por todo ello, creo que quizás me he equivocado como otras veces, al menos como las pocas en la que lo he sentido, tanto yo como tú.
No estoy dispuesto, no lo estaba, sigo sin estarlo, a renunciar por cualquier cosa ¡Qué mal suena dicho así! Sobre todo cuando no es objeto. Pero no he renunciado, nadie es culpable. Quizás sólo yo, pero las inacciones, los miedos, las esperas, las creencias son así o nos hacen actuar así hasta que las evidencias nos muestran otra cosa.
Es al menos anecdótico, como en tan poco tiempo el destino te pone en distintas caras. Recibes, das, te piden, miras para otro lado, miran para otro lado sin dejar de mirarte.
Ya sé que sólo me cabe esperar y no culpar a nadie de mis propios errores.
Siemrpe ha sido así.
Sólo me queda esperar otra vuelta del destino de todos los días.
En fin, gracias por escucharme de nuevo.
Un abrazo.
Hasta pronto.
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