jueves, 7 de junio de 2007

* OCHENTA

Ochenta, no la vuelta al mundo en ochenta días. Ochenta años hemos celebrado hoy. Y que ochenta.

Hemos celebrado los ochenta años de mi padre.

¡Y qué ochenta años!

Para que lo entiendan empezaré por el final.

Mi padre usa diariamente internet y el ordenador. Algunos de ustedes sabrán menos que él. Incluso yo sé menos que él de muchas cuestiones tecnológicas.

A él siempre le han gustado las cuestiones tecnológicas, pero veía los ordenadores como una cuestión lejana que le resultaba distante y lo superaba.

Hace unos años, un día del padre le regalé un ordenador y desde entonces lo ha hecho un amigo inseparable con el que comunicarse con familia de la península, informarse, aprender, leer la prensa, sacar fotos, guardarlas e imprimirlas, bajar música en formato mp3, contratar adsl pues una conexión normal le parecía lenta como a cualquier joven adolescente como es su caso, ... y algunas cosas más.

Hoy mi hermano pequeño comentaba como anécdota en la cena que en su trabajo se habían quedado asombrados porque había dicho que traía un mp3 que le había regalado su padre que lo había dejado por haberse comprado un mp4. Le preguntaron por la edad de su padre.

Yo aún no tengo mp3, y su 2ª cámara de fotos tiene 6mgpixels, 2 más que la mía, tiene dos impresoras con la que imprime fotos y escanea fotos antiguas.

Yo, y probablemente mis hermanos, achacamos nuestra torpeza en cuestiones técnicas y manuales, al hecho de que sus aficiones siempre nos han resuelto y nos siguen resolviendo multitud de asuntos (que conste que he tratado de arreglarlo, pero con poco éxito, y sigo recurriendo a él cada vez que se me presenta un problema que no me veo capaz de subsanar).

Vayamos al principio de todo.

Mi padre tuvo la desgracia de contar con 9 años allá por 1936 y que por aquél entonces un empleado de mi abuelo fuese llamado a filas para esa desgraciada guerra que tantos males trajo a este país.

De nada sirvieron los sobresalientes de nota media que todavía conserva en su boletín de notas de aquel entonces. Lo cierto es que fue el único de sus hermanos (era el más pequeño) que no pudo continuar con sus estudios y acceder a enseñanzas superiores.

Con esa edad tuvo que trabajar comenzando en la noche y acabando en la noche, algo así como el imperio español pero en sentido casi inverso.

Aún así, nunca perdió sus intereses culturales e iba a la escuela a las nueve de la noche y pasó a convertirse en un perpetuo autodidacta. Probablemente perteneció a los primeros españoles que accedieron a formación a distancia, sacando el título de técnico en radios. Seguramente de ahí parten sus aficiones por la técnica.

Siempre observador, aprendía de cualquier técnico al que llamaba y a continuación emprendía el la reparación siguiente.

La música, otra de sus grandes pasiones, y aquí sucede como con muchas de sus grandes virtudes condenadas a no ser heredadas por nosotros sus hijos. Mi madre toca el piano y él la guitarra, el piano, la bandurria, el laúd, el timple, y casi lo que se le ponga por delante hasta llegar a su gran pasión, el violín. Todavía hoy muchas personas y turistas (que también suelen serlo) se sorprenden al deambular por las calles del casco histórico orotavense y percibir alguna de sus melodías. Nosotros no tocamos ni la campana.

Y es que si alguna no fue su virtud, ésta fue la didáctica, acaso por acabar agotado de su trabajo.

He de confesar que no siempre, tal y como le ha sucedido a muchos jóvenes y les sigue sucediendo, he tenido este nivel de conocimiento, comprensión y afecto hacia mi padre.

Con los albores de la madurez, cuando ésta comienza a esbozarse levemente, y con la inestimable ayuda de una tía política en segundas nupcias casada con un tío mío que vivía en Málaga, y sin embargo, probablemente el más cercano, comencé a desentrañar, escudriñar, descifrar, apreciar, valorar y querer la profunda personalidad y persona de mi padre.

Hasta entonces, sin dejar de quererlo obviamente, se me mostraba como un ser más frío y distante, al que ayudado por mi inmadurez, me mostraba incapaz de acceder tal y como lo hago ahora.

Que alejado de la realidad. Mi padre es una persona llena de sentimientos y valores, sólo que hay que saber leerlo, interpretarlo, conocerlo.

Y con esos valores si que se ha mostrado maestro en la didáctica, docto en la materia, con toda seguridad con la ayuda de sus ancestros y su apreciado tío, y con el inmejorable complemento de mi madre, absoluta merecedora de un capítulo aparte por toda la humanidad que nos ha transmitido con sus enseñanzas, pero sobre todo con su ejemplo.

Mi padre nos enseñó a se honrados, y fue una enseñanza basada en la praxis. Sin ser perfectos y fracasando en muchos intentos, tratamos de ser fieles a sus ejemplos.

Nos mostró el camino hacia la familia, hacia tenerla como un valor fundamental, y creo, sin temor a equivocarme, que seguimos fielmente sus enseñanzas.

Para él el dinero siempre ha sido un bien necesario, pero no primordial. Nos lo demostró con ejemplos en los que junto con mi madre, renunciaron a litigios familiares, anteponiendo la tranquilidad de conciencia y el dormir serenos por las noches, a cualquier otra cuestión. Y yo se los agradezco, pues me ha permitido valorar muchas otras cosas.

Su saber estar, sin salirse, siempre nos ha servido de modelo.

Su humildad tan necesaria en los tiempos que corren.

Sus ganas de saber, de adquirir conocimientos a pesar de las circunstancias, siempre nos han guiado.

Su cultura general ha supuesto una base en la que apoyar la nuestra.

El cariño que nos profesaba y profesa a sus hijos, que le lleva a ser un eslabón fundamental en nuestras vidas, tanto espiritual como físicamente, ayudándonos cuando las circunstancias no nos han sido ni nos son propicias, y convirtiéndose con estos sus ochenta años en sustento familiar.

El abuelo casi perfecto que es, cuya simbiosis con mi hijo Carlos, le llevó en sus primeros años a ser el realizador de sus sueños, diseños y juguetes, todos hechos con material reciclado. Su maestría como abuelos les lleva a reivindicar esa figura impagable material ni humanamente, y sin embargo, tan necesaria en los tiempos que corren.

En definitiva, éste pretende ser un pequeño pago a cuenta por todas las cuestiones que le debemos a mi padre, el resto, trataré de seguir haciéndolo a diario y sirviendo de correa de transmisión de sus valores fundamentales hacia mis hijos y mi familia.

Amenazó con volver (mucho mejor deseo) el año que viene, pues son las bodas de oro de mis padres.

Gracias PAPÁ por todas estas cosas y por muchas otras imposibles de escribir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Jesús que afortunado eres de contar con la presencia de tu padre y además con su sabiduría.
El mío desgraciadamente lo perdí hace unos 2 años y 8 meses. Se fue de mi lado con 76 años. La maldita enfermedad del cáncer me lo arrebató en menos de un mes y no sabes cuanto lo echo de menos. Cada vez que llego a casa de mi madre me parece que me lo voy a encontrar sentado en su mecedora viendo la tele y esperando que le de pie para "pelearnos" un rato. Pero la realidad es otra y hay que aprender a vivir con su recuerdo y que este te haga sentir bien pues ya él sufrió lo suyo. Disfrútalo, que Dios le de salud para que puedan tenerlo a vuestro lado muchos años. Gracias por seguir compartiendo con nosotros tus sentimientos.amlp

Jesús Hernández dijo...

Gracias por tu comentario. Las personas que han significado algo para nosotros y ya no se encuentran con nosotros por distancia o haber pasado a otra vida, siguen viviendo en nosotros, incluso podemos sentir lo que nos aconsejarían, y nos puede servir de ayuda.

Anónimo dijo...

Hola vecino, como te dije en otro momento, es un verdadero gusto leer tus reflexiones.
En otras ocasiones me he quedado sólo con la lectura, pero hoy no puedo resistirme al comentario.
Mi marido ya hace unos años que perdió a su padre y siempre me aconseja que disfrute del mío, que realmente no sabemos todo lo que lo queremos y lo que los podemos echar en falta hasta que lo perdemos.
Me quejo en algunas ocasiones de su caracter, de lo que le cuesta mostrar sus sentimientos, pero cuando pienso en su infancia, entiendo muchas de sus actitudes y comportamientos...
Gracias unas vez más por compartir con nosotros estas reflexiones, que a mi me hacen parar en esta vida tan ajetreada que llevamos y meditar en lo que realmente es importante

Jesús Hernández dijo...

Gracias por tu comentario.

A veces la vida da como vueltas,en edades nos vamos separando de nuestros padres para reencontarnos y comprenderlos más adelante. Ley de vida quizás, sólo que actualmente parece no cumplirse siempre, pues vemos casos de padres ancianos abandonados. Yo tuve la suerte de tener abuelos y recibir sus enseñanzas, por eso se lo he transmitido a mis hijos, que en abuelos también son afortunados.
Con respecto a la vida, siempre tenemos que ser capaces de parar un momento y retirarnos del cuadro para ver lo que estamos haciendo. No siempre lo conseguimos, pero debemos seguir intentándolo.