sábado, 1 de septiembre de 2007

11. TRABAJO Y FELICIDAD

Ahora que se acaban las vacaciones y comienzan las depresiones postparto quiero hablar sobre la relación del trabajo con la felicidad.

No me he vuelto loco, únicamente quiero hacer algunas reflexiones para animar al personal.

Son tantas las horas que pasamos trabajando a lo largo de nuestras vidas que considero estúpido el tener que renunciar a pasarlo bien al desarrollar nuestras actividades laborales.

Ya que lo tenemos que hacer sin escapatoria (menos mal, afortunados los que podemos hacerlo por unos u otros motivos), tratemos de disfrutar con ello.

Claro que sería más fácil si nos gustase nuestra profesión, pues a pesar de que por ello no dejaría de agotarnos, si nos sería más llevadero.

No obstante, no todo el mundo tiene la suerte de trabajar en algo que le guste, más bien poca gente tiene esa fortuna, y no por ello debe renunciar al placer de trabajar disfrutando de la vida.

¿Masoquista? ¡Qué va!, masoquista sería estar pensando desde el minuto uno y desde el día primero lo mal que lo vamos a pasar o que lo estamos pasando. Seguramente, si la situación fuera malas, la haríamos peor.

Además, esa es mala táctica, pues sin darnos cuenta, después de un día mirando el reloj, se nos escaparía otro deseando la llegada del ansiado fin de semana, y así se nos marcharía un año tras otro en espera de unas cada vez más cortas aunque iguales vacaciones... Y en eso, cuando nos hemos dado cuenta, se nos va la vida.

Para no abandonar totalmente el socorrido refranero popular, vamos a hacer uso de otro: "al mal tiempo buena cara". Y es que la mejor receta para disfrutar del trabajo es prescribirnos unas buenas dosis de buen humor, pero ojo, de un humor compartido, pues el humor parcelado acaba generando lo contrario de lo pretendido.

Es importante ver a las personas con las que trabajamos o hacia las que va dirigida nuestra labor no como enemigos, sino como personas a las que podemos ayudar y que nos pueden ayudar. Y esa es otra de las claves, pues la satisfacción que da el poder ayudar a alguien es poco superable cuando se vivencia.

Y claro, siempre nos podremos tropezar en un largo pasillo con una persona malhumorada que nos transmita su "enfurruñada" expresión, pero debemos tener claro que siempre puede ser a la inversa y contagiar nuestra sonrisa y alegría. Es sólo cuestión de fuerza de voluntad y entrenamiento.

Vale, puede que haya árboles duros de roer, pero nosotros no somos roedores y la sonrisa es más fácil de contagiar que la pena (si la usamos claro está).

Ya saben, "el que la sigue la consigue" y es que esta lucha no sólo la llevamos a cabo contra un enemigo exterior, también debemos librarla con uno a veces muy superior, contar nosotros mismos y nuestras costumbres, hábitos, rutinas y capacidad para dejarnos influir negativamente.

También se podría decir que ésta es una postura facilona y que se evade de la realidad, y ésta no va a cambiar por ponerle buena cara. No es eso, hay que se realista, no ocultarnos la verdad, pero no para rendirnos ante algo que no nos gusta, sino para tratar de transformarlo automatizando el binomio mental "problema/solución", o lo que es lo mismo, no regodearnos ante un problema, sino plantearnos de forma inmediata sus posibles soluciones.

En fin, cuando te sorprendas con cara de "mala leche", mírate en un espejo y piensa que cara más ridícula tiene ese tío, y verás como enseguida la cambias. Tampoco te vayas a hacer un harakiri, limítate a hacerlo con buen humor.

Igualmente, cuando veas a alguien sonriendo míralo bien, pues ya sabes que la sonrisa es contagiosa y te hará sentir mejor. Piensa cuando entras en algún lugar y eres bien recibido cómo te sientes. Piénsalo también cuando eres tú el que recibe.

De la misma manera, en el momento en el que te tropieces alguien con gesto serio o enfadado, échale un pulso, entrénate para ello, y a ver quien gana, quien es capaz de contagiar a quien, y no te des por satisfecho con nada que no sea al menos unas tablas, es decir, que no logren cambiarte tu humor.

Disfruta de lo que haces bien, del trabajo lo mejor hecho que puedas, aunque seas una calamidad, que a fuerza de intentarlo, igual lo consigues, o al menos te reirás algo y te será más llevadero.

Deja de mirar el reloj, mejor quítatelo de la mano y guárdalo en un bolsillo, y verás que todo va más despacio, y comprobarás sorprendido que no es para mal, sino que disfrutarás de ello, y los días los vivirás más intensamente, como si cada uno fuera el último, quien sabe.

Cuando veas a alguien cabreado no lo mires con mala cara, pues te lo estaría contagiando, míralo como alguien que todavía no a descubierto este secreto y ayúdaselo a descubrir. Te aseguro que ambos saldrán ganando.

Te voy a contar un par de secretos en este sentido:

  1. Cierta vez tenía un compañero que siempre tenía cara de pocos amigos, que no saludaba nunca y al que me tropezaba casi diariamente a través de un largo pasillo que se me hacía eterno. Al principio, casi sin yo darme cuenta, me dejaba contagiar su malhumor pensando que le pasará al tipo este , hasta que cambié de estrategia y comencé a saludarlo con buena cara y no dejarme contagiar de la suya. Años después ya no hay día que no me salude, y hasta algunas veces sonríe al hacerlo. Creo que ambos hemos ganado.
  2. Otra vez bromeas con una compañera a raíz de su cara de mala leche, pero tu has sabido leer en su rostro "el verdadero valor del anillo" (cuento muy bueno que se puede encontrar en uno de los libros de Jorge Bucay). Y con el tiempo descubres que el contagiado por las sonrisas eres tú.

Cada vez que entres en un bar o en una tienda, o en cualquier otro lugar, sé observador, fíjate en quienes te hacen sentir bien casi sin hablar y en como lo consiguen, si no aprendes ninguna otra cosa, al menos si montas un negocio algún día, sabrás elegir mejor al personal.

Si quieres profundizar en una lectura al respecto bastante mejor que ésta, te recomiendo un libro llamado "fish", del cual te advierto que tengo alguna comisión.

Y si aún así quieres continuar con tu cara de "mala leche" cuando trabajes, piensa en mi cara partida de risa, pero no lo hagas creyendo que lo hago para reírme de ti, sino para reírme contigo. Al menos te reirás de mi cara de "... " (bueno no vamos a poner malas palabras aquí por si lo lee algún menor) y entonces habré logrado mi objetivo, y habré ganado yo, habremos ganado todos.

Ya saben, el lunes a trabajar con buena cara, aunque se estén acordando de mi y de buena de mi familia al leer esto.

Que lo pasen bien y disfruten trabajando (pero sin pasarse tampoco).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo peor de tener una cara muy -quizá demasiado- expresiva es que, claro, ya sea la felicidad, la tristeza, el desconcierto, la duda, la emoción... da igual, cualquier sentimiento que tengas, se refleja en ella y hace que vayas caminando por la vida con el sentimiento de que vas en "bragas"... Algo que, en mi caso, resulta excesivamente molesto.
Me ha dado risa eso que dices de mirarse al espejo para comprobar la cara que tiene uno cuando se enfada... Alguna vez me he mirado al espejo para intentar poner cara de "inexpresividad". Siempre me ha dado rabia el hecho de que me pregunten: ¿Por qué pones esa cara ahora?... O expresiones del tipo: ¡Ahora no pongas esa cara! En mi caso son muy habituales. Y lo peor no es eso, sino que cuando trato de decir justo lo contrario de lo que pienso (ya sea por no preocupar a la otra persona, por alegrarla, por no dar a conocer lo que pienso, o, simplemente, porque no quiero admitir que le he comprado a mi marido en Reyes el regalo que quería) pues resulta que tampoco puedo. Mi expresiva cara me delata.
Sin embargo, cuando estoy enfadada esa expresividad se acentúa. En esos momentos mi cara expresa enfado, pero normalmente más enfado del que siento. ¿Será un caso de psquiatría?
Por eso, cuando nos encontremos el lunes y me veas enfurruñada, seguro que no lo estaré tanto. Me alegraré de ver caras como la tuya y, entonces, esbozaré una sonrisa.

McDonald

Jesús Hernández dijo...

Bueno, si después de todo esto el lunes te veo con cara "enfurruñada" creo que voy a entrar a trabajar con una gran carcajada. Pero no te preocupes, será contagiosa. Fíjate cuando pienses en una persona que es lo primero que aparece en tu mente. En tu caso, lo primero que se me aparece es una sonrisa, atención, rerspeto, escucha, en fin, que te puedes reir un montón. En cuanto a lo de la expresividad del rostro es algo que a mi siempre me ha pasado, como decía un compañero, soy como un libro abierto, y lo que más se me nota es cuando estoy dolido por algo, y como en tu caso se ve multiplicado por encioma de la realidad.
Gracias por tus interesantes comentarios. Y ya sabes, el lunes ya puedes entrar a carcajadas.

Anónimo dijo...

Amigo, siento no haber leído antes este comentario, pues mi ordenador estaba navegando para llegar a tiempo para comenzar a trabajar hoy lunes. He ido con una sonrisa en mi cara y muy contenta, primero porque me gusta mi profesión y segundo porque vuelvo a un centro donde he sido muy feliz. En tu centro también he pasado momentos muy buenos y tú sabes que de eso tienes gan culpa. He aprendido mucho a tu lado y espero poder ponerlo en práctica. Sabes que esta pequeña distancia no va a hacer que me olvide de ti. Cuando uno deja marcas en el corazón de alguien dificilmente se le olvida y tú me marcastes. Gracias por seguir compartiendo tus sentimientos y reflexiones. Seguimos en contacto. No te olvides que hacer las guardias con "seriedad" es muy importante. Espero aprenderme bien esta lección y poder cambiar mi mala leche por una sonrisa. Sigue así. amlp

Anónimo dijo...

Acabo de leer el correo de "las caras de enfado",... demos cabida también al mal humor... para que en nuestra mente no haya que luchar por querer estar siempre bien.Lo importante es estar consciente del momento y los estados de humor desaparecen pues son transitorios y así damos paso a la paz interior, la serenidad de nuestro espíritu, que es permanente y nada la perturba.Un abrazo de vuestro amigo blogero.

Jesús Hernández dijo...

Gracias por sus comentarios.Lo importante amlp es enriquecernos cada día que pasa y con las personas que vamos coincidiendo.

Amigo bloguero, tienes toda la razón, como me conoces sabes que sé que sin dolor no podría haber alegría, pues todo sería igual y no valoraríamos las cosas. Ese necesario equilibrio que nos permite crecer, aunque a veces sea muy duro.